Conocía parte de la obra de Juan de Loxa, especialmente su libro Las aventuras de los... (Premio Internacional de Poesía El Olivo 1969), con el que me encontré precisamente cuando agónico ya de la militancia política contra la dictadura regresé con mis padres a esta ciudad a descansar ( y ciego de porros). Para mí y para otros poetas andaluces de mi edad (unos diez años menores que los de su generación) era el referente de una poesía que rompía con los estándares de la época (la poesía social). Nos abría a una manera de concebir la poesía donde la libertad creadora, el absurdo, lo serio y lo en broma, el juego, la ilógica, surreal y profunda, se combinaban dando lugar a algo completamente nuevo, a la "liquidación final de géneros y subgéneros poéticos" como dice Romero Esteo en el suplemento cultural Nuevo Diario.
Nos volvimos a ver en Granada. Me llevé la guitarra, pidiéndole permiso previamente. Aquel día tenía que asistir a un acto de la Academia de las Buenas Letras de Granada de la que es miembro (con la letra P, no sé si de peligroso) y Medalla de Honor... me pidió que le acompañara. Aquí pongo una foto que lo atestigua.
Véasenos en la primera fila a la izquierda del fotógrafo, para el que pueda (verlo).
Cuando terminó el acto tras los oportunos saludos y presentaciones de algunos amigos acabamos él, Carmelo Sánchez Muros y el que esto escribe en su casa. Y mientras nos tomábamos un vino y charlábamos y escuchábamos canciones de Paco Ibánez, inéditos de Carlos Cano y otros miembros de Manifiesto Canción del Sur, yo interpretaba algunas de mis canciones (no todo al mismo tiempo, claro). Y el caso es que les gustaron, tanto a él (tienen futuro y no suelo equivocarme) como a Carmelo. Por lo que, entonces, yo sentí que ya estaba, si a estos dos les gustaban mis canciones quizá no sería demasiado pretencioso presentarlas a un público más amplio.
De aquí surgió la idea de hacer un concierto en La Tertulia.
Desde entonces he vuelto a la poesía de Juan de Loxa descubriendo ese Dauro que reluce en sus versos (No es Dauro todo lo que reluce, es el título de su autobiografía inédita). Y proponiéndome musicar alguno de sus poemas di con la piedra de toque. Difícil tarea que al fin conseguí, espero que satisfactoriamente, con su poema Mi amigo Federico tenía... (publicado en el número 0 de la revista Poesía 70, diciembre de 1968). He aquí el poema que cantaré en el concierto del día 2 de noviembre en La Tertulia de Granada,que presenta el mismo Juan de Loxa y tendrá como músicos invitados a Juan Trova y a Uzman Almerabet.
Espero estar a la altura de las circunstancias y del público asistente.
Quedan ustedes invitados.
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Mi amigo Federico tenía
un teatrillo de juguete. Era
presti... a ver si lo digo de un tirón...
prestidigi... ¡Caramba! pres-ti-di-gi-tador.
Llevaba
dentro de la manga, del sombrero
de copa,
en sus mil pañuelos de gasa de colorines,
bandadas de palomas de papel de fumar del abuelo,
caretas rojas, caretas de ojos blancos,
caretas para la primavera amarillas, y negras
para su paseo matinal por Brooklyn.
Era mi amigo. Me quería. Y los dos
-compartidos- tuvimos 1000 amantes de bronce.
Tenía,
teníamos, un apartamento en el 7º
piso de un bloque frente al mar. Y por las noches,
un rumor de idas y venidas aderezaba
nuestro lecho.
Cantaban
coros de golondrinas, ronquidos, un pleamar
que se desboca en los labios, la brisa
de kilómetros de abrazos ascendiendo
hasta una placidez recubierta
de musgo o jaramagos silenciosa, donde
muchachas, si crecieran,
recogerían lirios a espuertas y donde el vino
correría como el azul de la otra acera:
rumor gemelo de idas y venidas.
Pero
teniendo en cuenta
que de todo esto hace ya, por lo menos,
500 ó 70
veces 7 años, y que aquella
aventura fue secreta como un nicho...
...si yo ahora, aquí,
no os lo cuento, nadie hubiera podido
escribirlo en vuestras vidas.
Juan de Loxa